Noticia enviada por Cristiani Ferraz
De el el diario español El Pais, hemos recogido esta noticia, que creemos puede ser de interes general. Creemos que tiene cierta similitud con la pelicula Her.
Martine, la mujer que llegó
del futuro
Durante 40 años, Martine Rothblatt fue hombre. Hoy es
la ejecutiva mejor pagada de Estados Unidos y aspira a a la vida eterna gracias
a la Inteligencia Artificial.
Siempre que Martine Rothblatt atisba alguna posibilidad de
perder, redobla sus apuestas. Porque, según ella, cuando uno se empeña en
arriesgar, ganar es algo casi seguro. Está acostumbrada a vencer obstáculos
sociales y económicos, sentimentales y biológicos y ahora, ya encarrilada en el
triunfo, se ha propuesto superar a Dios. Esta mujer estadounidense de huesos y
cabello largos es una exitosa empresaria farmacéutica, ex emprendedora de las
telecomunicaciones, abogada especializada en legislación espacial, doctora en
Ética de la Medicina, filósofa existencialista, escritora, jerarca de su propia
religión, promotora de la Inteligencia Artificial y multimillonaria. Tiene casi
60 años, pero es mujer sólo desde hace 20.
Se llamaba Martin y fue un chico que creció en un
barrio obrero de San Diego (California). Los miembros de su familia eran los
únicos judíos en una zona donde la mayoría de los vecinos eran de origen hispano.
Por algo como esto y haber sido un lector compulsivo de ciencia ficción y por
haber abandonado la
prestigiosa UCLA y por decidirse a ser un emprendedor aventurero,
entre muchas otras cosas, en todo momento ha estado consciente de que es “un
ser diferente”, una característica que representa “muchas ventajas.”
Una noche de 1979 conoció en una discoteca a una chica
afroamericana, Bina Aspen, y no descansó hasta conquistarla. Martin y Bina se
casaron (ella se convirtió al judaísmo) y, con el paso del tiempo, se
convirtieron en unos padres orgullosos de cuatro hijos. Él trabajaba en un
bufete de abogados, con gran reputación y muy buen sueldo y, sin embargo, no
estaba dispuesto a pasar el resto de su vida entre su despacho y los juzgados.
No es que tuviese claustrofobia, pero le apetecía más otro tipo de espacio.
Pensó que si los mares y las tierras ya tenían reglas de explotación bien
definidas, el espacio exterior, en cambio, tenía un potencial comercial que había
que aprovechar. Eran los años ochenta del siglo pasado, Martin se esforzó por
convertir la comunicación satelital en un gran negocio y llegó a encabezar importantes compañías del sector, GeoStar
y PaAmSat, y a desarrollar la radio satelital con WorldSpace y Sirius.
Pero su vida personal y profesional lo llevaría a otra órbita.
Bina y Martine durante una entrevista televisiva. |
Cierto día, Bina le confesó a Martin que se había
enamorado de una mujer. “No sé por qué no lo había asumido hasta ahora, pero
soy lesbiana”, le dijo. Martin no podía creerlo y, sobre todo, no podía
resignarse a perder al amor de su vida. Recordó entonces que, cuando era
adolescente, había ocasiones en que deseaba con todas sus fuerzas ser una
mujer. No le gustaban los hombres. Quería tener el cuerpo de una mujer y tener
como pareja a una mujer. ¿Y si cambiaba de sexo? ¿Y si gracias a ello lograba
reconquistar a Bina? Pero… ¿cómo se lo tomarían sus hijos? ¿Y el resto de su
familia? ¿Y sus amigos y conocidos? Comenzó a hormonarse y a ir al
psicoterapeuta y en 1994 se realizó la operación de cambio de sexo. Al comenzar
a vestirse de mujer, varios de sus vecinos dejaron de hablarle y sus hijos eran
objeto de burlas en el colegio. No obstante, Martin, que ya era Martine, se
ganó una vez más el amor de Bina.
Pero el destino traería más inconvenientes y, al mismo
tiempo, más oportunidades. Después de varias pruebas y análisis, los médicos
les dijeron a Martin y a Bina que su pequeña hija Jenesis padecía Hipertensión Pulmonar y que, desde su punto de
vista, a la niña le quedaban tan sólo unos meses de vida, pues se trababa de
una enfermedad incurable. La impotencia que sentía la pareja se acrecentaba
cuando a Jenesis le faltaba el aire, se le dificultaba caminar, los labios se
le volvían azules y, en algunos momentos, no podía hablar. ¿De verdad no había
cura para esta enfermedad? “Las farmacéuticas no invierten en ello porque se
trata de una enfermedad rara y, como no afecta a muchas personas, no ven la
posibilidad de hacer negocio”, les explicó un doctor.
Martine Rothblatt utilizó todos sus recursos
económicos y contactos para encontrar una cura. Solicitó propuestas de
investigación y ofreció becas. Fundó United Therapeutics, una empresa biotecnológica
centrada en la investigación, desarrollo y venta de medicamentos para personas
con enfermedades crónicas, cardiovasculares y cáncer y en donde, en estos días,
afinan el modo de trasplantar órganos de cerdos a humanos. Al principio, un
grupo de expertos logró controlar la enfermedad de Jenesis con un cóctel de
siete pastillas, pero la pequeña sufría algunos desmayos. La estabilización
llegó después, con una bombilla intravenosa que disminuye la presión arterial
pulmonar y evita infecciones. Jenesis tiene ahora 30 años y trabaja en la
empresa de su madre. Su enfermedad sigue siendo incurable, pero su esperanza de
vida no deja de aumentar.
De forma paralela, esta “ejecutiva con senos de
adolescente”, como ella misma se describe, no dejaba de reflexionar sobre su
“proceso trans.” En 1995 publicó un manifiesto titulado El apartheid del sexo: “los genitales son tan
irrelevantes para el papel de uno en la sociedad como el tono de piel. Por lo
tanto, dividir a las personas en hombres y mujeres es tan equivocado como
dividirlos en blancos y negros”, afirmaba. Y proponía utilizar Pn., como
abreviatura de persona, en lugar de Mr. o Ms. (señor o señora). Y en lugar de
catalogar como “transgénero” a alguien como ella, sugería utilizar el concepto
“transhumanista.”
También comenzó a interesarse por la Inteligencia Artificial pues, desde su punto de
vista, en ella reside la clave para que los seres humanos prolonguemos nuestra
vida de manera indefinida. ¿Qué tal si cada uno tuviera un robot a su imagen y
semejanza, física pero también espiritual? ¿Quién dijo que las máquinas no
pueden tener conciencia? En su Terasem
Movement Foundation han creado ya un robot “igual” a Bina. Se llama
Bina48 y, después de muchas entrevistas a la Bina de carne y hueso, ha
adquirido varias de las “características espirituales”, según Martine. Reconoce
la voz de familiares y amigos y “tiene sentimientos hacia ellos.” Todavía le
falta mucho para llegar a ser como su esposa, pero cuando lo logre, “Bina jamás
morirá. Quizá enterremos a la de carne y hueso, pero jamás al robot”, dice con
naturalidad cuando le piden explicar su proyecto.
Pero Terasem es, además, una religión “futurista” que
promueve “el respeto a la diversidad, sin sacrificar la unidad.” Cree que el
ser humano no es el límite, sino el punto de partida para ir a más. Dice su
doctrina: “la vida tiene un propósito; la muerte es opcional; Dios es
tecnológico; el amor es esencial.” Por lo pronto tiene 50 seguidores (empleados
suyos) y cuatro “templos” (residencias para reunirse una vez al mes y meditar).
En 2013, las acciones de United Therapeutics subieron
gracias a que recibió la autorización para comercializar un nuevo medicamento
contra Hipertensión Pulmonar en el que llevaban trabajando más de una década.
El sueldo anual de la señora a la que sus cuatro hijos siguen llamando papá y
sus cuatro nietos le dicen GranMartine, pasó a ser de 38 millones de dólares y
se convirtió en la mujer mejor pagada de Estados Unidos (por
encima de Marissa Mayer, de Yahoo!, que en ese mismo año cobró 25 millones
de dólares). “No puedo decir que lo que he conseguido es equivalente a lo que
una mujer ha logrado, ya que en la primera mitad de mi vida yo era varón”, le dijo en un extenso reportaje de portada en septiembre
pasado a New York Magazine. La multimillonaria, singular y
exitosa Martine tiene casi 60 años y no piensa en su jubilación. Porque aspira
a la vida eterna.